Recuperadas las fuerzas en el burgo de Murgon, donde encontraron una posada de aspecto desaconsejable cuyo dueño resultó ser un tipo de lo más simpático y que además era muy barata, Charly, Lía y J.R. montaron grupas en dirección oeste. Antes Charly se acercó a la casa de postas para mandar mensaje a su madre de que había huído de los soldados y se encontraba bien.
Tras cabalgar unas horas, cuando el sol se acercaba a su punto más alto, vieron a lo lejos una nube de polvo que se acercaba. Se apartaron del camino y su sorpresa fue enorme al ver que se trataba de un numeroso componente de hombre con el uniforme de los soldados de Terramedia.
Cuando pasaron de largo, los tres jóvenes se acercaron para compartir opiniones.
-¡Nos están buscando! - afirmó Charly.
-No creo, será una patrulla protegiendo a un correo o preparando el camino para el paso de alguien importante – rechazó Lía.
-O quizás van a hacer una incursión en algún poblado cercano – apuntó J.R.
Se miraron con preocupación. Las incursiones entre reinos eran frecuentes, pero todos los reinos las consentían en cierta medida siempre que no fueran más allá de saquear un poblado. Las consecuencias solían ser desastrosas, con un gran número de aldeanos muertos y muchas jóvenes sufriendo destinos incluso peores.
-Deberíamos acercarnos al poblado que dejamos atrás hace un rato. Quizás podamos ayudar – opinó Lía.
-Si nos están buscando, eso sería entregarnos en bandeja - rebatió Charly.
-No podemos hacer como que no pasa nada – contestó Lía.
-Bueno, vayamos con prudencia al menos.
No habían cabalgado ni cinco minutos cuando Charly repentinamente gritó:
-¡Media vuelta! ¡Es una emboscada!
Instantáneamente J.R. se hizo invisible, y los tres giraron en redondo. No sirvió de nada porque una parte de los soldados salió de sus escondites tras ellos, y otra parte, montada a caballo, apareció delante, cogiéndolos enmedio.
-¿Cómo nos han cogido tan tontamente? - gritó Charly, presa de una intensa frustración.
-Porque sois increíblemente predecibles. Era obvio que nos seguiríais para intentar proteger el poblado de nuestro posible ataque.
Quien así había hablado era un hombre que parecía dirigir a los soldados. Cuando se adelantó los tres perseguidos comprobaron que se trataba de un graceling, ya que junto a un ojo gris aparecía uno de un ámbar intenso.
-¿Predecibles, dices? Está claro que eres un mentalista. Puedes leer la mente, así que supiste lo que pensaba Lía, y también que no cedería a mis protestas porque mi convicción era más débil.
- Muy agudo, chaval. Cierto, soy un mentalista. Y además dirijo a un montón de soldados que os van a llevar derechitos al burgo de Randa. Y tú, chaval, deberías dejar de intentar coger por sorpresa a un mentalista.
Dicho esto, lanzó una patada hacia el frente, donde no parecía haber nadie, y J.R. salió disparado hacia atrás, perdiendo su invisibilidad.
Lía sacó su arco y lo armó en menos de dos segundos, pero en ese tiempo ya tenía a varios arqueros apuntándole.
-Yo que tú no me movería... mis órdenes son llevaros a burgo de Randa vivos, y no me gustaría decirle al Rey que vuestra estupidez me obligó a matarlos.
-Qué lástima... pero ¡prefiero luchar y morir que vivir a sus órdenes! - la frase de Lía sonó en el aire como una sentencia de muerte.
La flecha salió de su arco y se clavó en el pecho del graceling, cuya sonrisa se congeló en su cara. Cinco arqueros soltaron sus flechas hacia Lía, que cerró fuerte los ojos esperando el impacto... que no llegó. Sorprendida, abrió los ojos y comprobó que ya no estaba encima de su caballo, y que las flechas habían impactado en uno de los soldados, que se encontraba ahora a lomos de su montura y que había recibido cuatro saetas en el cuerpo y cayó muerto en el acto.
-¿Pero qué...?
En medio de los soldados se encontraba ahora un joven de elevada estatura con el pelo corto y negro y un ojo verde y otro plateado. En su hombro izquierdo sobresalía el mástil de una flecha, y tenía una mueca de dolor. Lía parpadeó de nuevo y en el lugar del joven se encontraba ahora otro muchacho, más bajo y fornido que el anterior, con el pelo pajizo despeinado y con aire de despreocupación.
Los soldados se recuperaron de su sorpresa y atacaron al chaval, todos a la vez. El chico empezó entonces un baile zigzagueante entre hojas de acero, y por cada filo que esquivaba un enemigo caía al suelo y ya no volvía a levantarse. El movimiento del joven era hipnótico. De pronto, en torno al chico surgió una enorme burbuja de color azulado de unos veinte metros de diámetro y todo aquello que se encontraba dentro se detuvo. Todos los soldados habían quedado dentro y se inmovilizaron completamente. Sin embargo, el muchacho rubio se movió sin problemas, dirigiéndose rápidamente hacia cada uno de los enemigos y, con un rápido movimiento, fue abriéndoles la garganta. Pasados unos quince segundos, la burbuja se esfumó, y los soldados se desplomaron en el suelo mientras Taku guardaba el puñal en su vaina.
-¡Hermano!
La sonrisa de Charly lo decía todo. El chico rubio se acercó y se dieron un fuerte abrazo.
-Veo que has llegado en el momento justo. ¡Aka! ¿Tu también por aquí?... ¿Aka?
-Ya ves, me gusta estar donde la acción...
-Pero... estás herido... ¿qué ha pasado?
-Solo es un rasguño – musitó Aka, con el rostro crispado de dolor.
-Las explicaciones para más tarde, creo – intervino Taku – necesitamos llevar a Aka inmediatamente a algún médico.
-Por aquí cerca hay un santuario, en el que dicen que vive una persona capaz de curar cualquier herida – anunció J.R. - así que propongo que vayamos para allá sin demora.
El grupo guardó silencio un momento, un silencio que se rompió con la llegada de Neko y Fish, que se habían rezagado con los caballos y acababan de alcanzarlos.
Menos de un cuarto de hora después los caballos entraban al galope en el santuario, donde una solitaria figura estaba inmersa en la lectura de un pergamino.
Tras exponerle la situación, la curandera, que resultó ser una chica joven, de unos veinte años, que vestía una túnica con capucha, retiró la flecha del hombro de Aka y, mientras éste se retorcía de dolor sujetado por los brazos de sus compañeros, acercó sus manos a la zona herida. Casi inmediatamente Aka se calmó y la herida se cerró como si nunca hubiese existido.
Todo el grupo se quedó atónito, hasta que la curandera se retiró la capucha y pudieron ver que uno de sus ojos era rojo, y el otro violeta. Una graceling con el poder de curar.
Una vez quedó claro que Aka estaba fuera de todo peligro y que sólo necesitaba descansar un poco tumbado en una litera, el grupo se colocó a su alrededor y comenzaron las presentaciones, ya que la mayoría de ellos no se conocían entre sí.
Las explicaciones no tardaron en llegar.
-Aka y yo viajábamos con Neko y Fish hacia el este cuado vimos ese grupo de soldados tan numeroso. Como no nos fiábamos un pelo de sus intenciones los seguimos para ver qué se proponían.
-Y nuestra sorpresa fue considerable cuando llegamos y os encontramos rodeados.
-Finalmente te iban a coger, ¿eh, Charly?
-No te creas, aún me quedaban ases en la manga.
Taku miró a Lía y J.R. y les contó cómo había transcurrido la pelea.
-Cuando vimos que Lía disparaba, comprendimos que iban a caerle encima unas cuantas flechas.
-Entonces – intervino Aka desde su jergón– empleé mi gracia, que consiste en cambiar mi posición con la de quien yo quiera, me coloqué en su lugar, y después me cambié por uno de sus soldados. Pero no lo bastante rápido, por lo que parece. Después miré a Taku y decidí que le tocaba a él encargarse del combate. Así que intercambié nuestras posiciones.
-Mi gracia, como quizá habéis comprendido ya, es el control del tiempo. Primero lo ralenticé ligeramente para esquivar con comodidad las espadas de los soldados e ir matándolos. Después, cuando vi que eran muchos y podían terminar atacándoos a vosotros, paré el tiempo (esa burbuja que visteis) y fui de uno en uno acabando con ellos.
-Y ahora ha llegado el momento de agradecer como es debido la milagrosa recuperación de Aka. Realmente no sé como darte las gracias, curandera – dijo Charly.
-Mi nombre es Aixa. Y acerca de cómo agradecérmelo... si me lleváis con vosotros me consideraré sobradamente pagada, ya que me aburro terriblemente en este solitario lugar pero la distancia es excesiva con todos los poblados como para ir yo sola.
-Así será – aseguró Taku – considérate parte de nuestro equipo.
Todos ellos fueron conscientes de que se acababa de formar un grupo. Lo que no sabían era que se trataba de un grupo que estaba destinado a hacer algo grande, algo que afectaría de forma definitiva el mundo donde les había tocado vivir. Ocho jóvenes que, con sus habilidades, iban a vivir una historia increíble.
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La Familia

Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.
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