16 septiembre 2009

Capítulo 17: Preparados para la guerra

- Tranquilos, chicos. Aquí nos puede ayudar mi amigo Laen.
- ¿Quién?
- Yo - intervino uno de los presos a los que acababan de liberar y cuyos ojos, a la luz titilante de las antorchas de la puerta principal, mostraban un reflejo marrón y uno negro.
Laen se acercó decidido a las cadenas que sujetaban en lo alto el puente y comenzó a examinarlas.
- Laen - explicó Charly - estaba encerrado porque se negó a entrar al servicio de Murgon. Ante su puerta había tres hombres día y noche, porque no hubiese sido difícil que se fugara.
- Pero...
El sonido metálico proviniente de las cadenas interrumpió la conversación. Laen, con una sonrisa en los labios se acercó a las cadenas del otro lado, y entonces La Familia pudo ver que estaba partida, y que los extremos por donde se había partido se retorcían sobre sí mismos de una forma extraña.
- Laen - sonrió Charly - puede hacer que aumente la temperatura de cualquier objeto con sólo tocarlo. El rey quería que trabajara en las cocinas... Qué desperdicio, cuando su habilidad permite hacer cosas tan útiles como ésta.
Con esas palabras la seguna cadena se fundió allí donde la presionaba Laen, y el puente cayó con un sonoro crujido y un monumental estrépito al golpear con todo su peso sobre la otra orilla del foso. El estruendo fue tal que todo el pueblo se sobresaltó. La Familia y los fugitivos cruzaron presurosos sobre las tablas de madera y encontraron que el ruido imprevisto debía haber asustado a los miembros de la primera patrulla, ya que ninguno estaba a la vista.
Los presos se desperdigaron mientras La Familia se acercaba a la carrera a la posada donde descansaban sus caballos. Allí montaron y la luna, entre nubes, vio galopar aquellas monturas tan rápido y tan lejos de Murgon que creyó, confundida, que eran estrellas fugaces.

Clareaba el alba cuando los caballos, completamente exhaustos, cruzaron la entrada del pueblo elestino. Inmediatamente toda La Familia se entregó a un sueño profundo que duró muchas horas.
Cuando Charly despertó y bajó al primero piso un fuego chisporroteaba alegremente en el hogar. La Familia estaba reunida, esperándole, y charlaban distendidamente. Se respiraba un ambiente de felicidad tras lo ocurrido la noche anterior, y Charly se sumó a la conversación, sintiéndose mucho más dichoso de lo que apenas veinticuatro horas antes podía siquiera imaginar.
Hablaba Taku, y lo hacía con buen sentido:
- Dos cosas quedan claras después de este episodio. La primera es que la guerra ha entrado en nuestra familia sin ser invitada, ya que el objetivo de Murgon era controlar la posibilidad de que nos uniésemos a Thigpen en el conflicto. La segunda es que debemos depurar al máximo nuestra habilidad con las armas, ya que, después de esto, confío en que estéis conmigo en que vamos a entrar en la guerra a favor de Elestia.
Un silencio recibió esta declaración. La Familia dudaba antes de tomar tan terrible decisión.
- Sin embargo - aclaró Taku - en esta ocasión nuestra decisión no será común. No podemos obligar a nadie a que pelee. Cada uno deberá decidir por sí mismo si combate o no.
- ¡Yo pelearé! - rugió Charly - Me van a pagar haberme tenido a pan y agua durante tantos días.
- Yo también - intervino Aka -. Charly es mi amigo y lo que han hecho no tiene perdón.
Poco a poco, dubitativos y temerosos de las consecuencias, los restantes miembros de La Familia se comprometieron a poner su fuerza al servicio de Elestia en la próxima guerra.
- Pues ahora que hemos tomado nuestra decisión - dijo Taku - vamos a adoptar medidas para fortalecerla. Voy a enviar a buscar a tres de los más grandes maestros en distintas armas para que cada uno se adiestre en lo que considere más apropiado para él.
- ¿Cómo?
- Tres maestros acudirán. Uno enseñará a quien siga su disciplina a emplear la espada, otro instruirá en dagas y armas cortas, un tercero bastones y armas largas. Con esto pretendo que todos nosotros tengamos las máximas posibilidades de sobrevivir a una batalla.
- Pero el dinero...
- Tanto los maestros como nuestras nuevas armas y protecciones se comprarán del fondo común de emergencia. Para eso está, ¿no?

Tres semanas más tarde Taku despidió a los maestros con una sonrisa. El intensivo entrenamiento había resultado bastante caro, pero sin duda valía la pena. Charly y Aka eran ahora unos espadachines excelentes, de primer nivel. Lía, J.R., Neko y Fish aprendieron todo lo relativo al uso de dagas y cuchillos, y Aixa y Taku se especializaron en el uso de bastones.
Además, el nuevo equipamiento era impresionante: las nuevas espadas estaban fabricadas con toda la destreza de un graceling herrero, así como las relucientes dagas, todas ellas de bella factura. Aixa portaba un bastón ligero con un refuerzo en cada punta, para un golpeo más contundente. Por su parte, Taku escogió un bastón con una cuchilla en cada extremo, que se reveló como un arma de un potencial ofensivo extraordinario.
Y no había que olvidar las protecciones. Una vez vestidos, todos ellos formaban una estampa impresionante, con ligeras cotas de malla o de cuero, muñequeras, rodilleras, botas altas... en los lugares más oportunos, como los codos y rodillas, aparecían aquí y allá pinchos y bordes afilados. En resumen, unas adquisiciones excelentes, como comentó Aka, eufórico.
- Pero esto no es todo lo que quiero hacer - dijo Taku.
- ¿Qué más tienes pensado?
- Nuestro nombre es demasiado conocido. Tenemos que desaparecer, al menos hasta que empiece la guerra.
- ¿Y cómo vamos a hacer eso?
- Vamos a cambiar de residencia. Los mensajes y pedidos seguirán llegando aquí, y cada día J.R. los recogerá.
- ¿Por qué yo? - interrogó el aludido.
- No queremos que sigan al que recoja los pedidos, así que tu gracia resultará muy útil en ese sentido.
- Ah, perfecto.
- Además - añadió Taku -, nuestros nombres aún no son muy conocidos, pero no deben trascender, o estamos perdidos. A partir de hoy, si os parece bien, vamos a ser una carta del palo de picas. Por ejemplo, Aka será el as de picas, Charly el dos de picas, y así sucesivamente. Nadie sabrá nuestros nombres, ni siquiera si hablamos entre nosotros.
Esta propuesta fue bien recibida, pero pronto se formó una divertida disputa, ya que mucha gente quería los mismos números. Aka y Charly, finalmente, fueron el as y el dos. Fish se quedó el tres de picas, Aixa el cuatro, Taku el siete, Lía el nueve, Neko la reina y J.R. escogió el rey de picas.
- Por último, vamos a imponer un santo y seña. La idea fue de Aka, pero después de lo de Charly me parece oportuna. Uno preguntará: ¿Siete? Y el otro contestará: Arriba. ¿Entendido?
- Sí.
- Está claro.

La Familia

La Familia
Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.