20 junio 2009

Capítulo 1: El Principio

A esas horas de la noche la posada estaba muy concurrida, y el comedor rebosaba de gente que comía y brindaba con buen humor. Aka, sentado en un rincón, solo en su mesa ante un vaso de sangría, contemplaba la escena con la expresión del que sabe que pronto va a tener problemas. En el reino de Meridia no era fácil ser un graceling, y los reflejos que su ojo plateado arrancaba a la luz de las lámparas contrastaban peligrosamente con la tranquilidad de su ojo verde esmeralda.

Su presentimiento no tardó en verse cumplido. Uno de los hombres más fornidos, envalentonado por el alcohol y el ambiente, se le encaró agresivo:

- Esa mesa es muy grande como para que la ocupes tú solo, ¿no crees? Me parece que mejor te vas a levantar y se la vas a dejar a mis amigos…


Aka echó un vistazo a la mesa de la que se había levantado el grandullón. Cuatro tipos se apretaban en torno a una de las mesas más pequeñas del local, mirándolo socarronamente. Estaban convencidos de que sus ganas de juerga no iban a verse defraudadas.

Finalmente Aka decidió que aquella noche no iba a darle el gusto al fanfarrón de turno. Se encaró al tipo y le espetó:

- Lo que me parece a mí es que me vas a dejar en paz… o vas a lamentar las consecuencias.

El tono sosegado de su voz no ocultaba un matiz de auténtica agresividad, que planeó en el ambiente, y en su mirada desafiante brillaba, peligrosa, la plata.

El matón, si bien se mostró sorprendido, pronto reemplazó el estupor por la furia. Temblando de cólera, desenfundó una afilada daga de una vaina que pendía de su cinto y se la mostró amenazante a Aka, que no se inmutó en absoluto por la visión del arma blanca. No era la primera vez que se enfrentaba a una, y no creía que fuese a tener ningún problema con el grandullón.

Las cosas fueron aún más fáciles de lo que él había pensado. Al no poder asustarle, la furia de aquel tipo se multiplicó y, embotado por el alcohol y cegado en su ansia por castigar al graceling que osaba plantarle cara delante de todo el comedor, le lanzó la daga directamente al cuerpo. Aka sonrió y dijo una sola palabra: “Swap”.

Sucedió en un suspiro, en el tiempo que permanecen cerrados los ojos en un parpadeo. Súbitamente, en la silla ya no estaba sentado Aka, sino el matón, que contempló asombrado cómo su propia daga se le hundía en el pecho y lo mataba. Aka lo observaba desde el sitio donde se encontraba el fanfarrón medio segundo antes, con el semblante dividido entre la alegría de haberse deshecho de aquel idiota, el placer que le producía usar su gracia y la lástima por haber matado a un hombre.

Se hizo el silencio en el comedor. Todas y cada una de las miradas en el comedor iban alternativamente del graceling que había usado su talento al hombre que se había matado a sí mismo. Aka, consciente de ser el centro de atención, se acercó a su mesa, apuró la sangría de un trago, dejó las monedas de cobre correspondientes sobre la madera de la barra y salió por la puerta.

- Empezamos bien… - suspiró, nada más contemplar el cielo cuajado de estrellas - No creo que los amigos del muerto se lo vayan a tomar demasiado bien.

Obviamente acertaba de pleno. Pocos segundos después los cuatro tipos que había visto sentados en la pequeña mesa salieron en su persecución. Dos habían desenfundado el cuchillo, otro había cogido del rincón su arco y su carcaj y el último corría sin armas. Aka salió espoleado hacia los primeros árboles del bosque que lindaba con el poblado de la posada, agradeciendo su cercanía y preguntándose si el bosque y la noche bastarían para evitar a los cuatro amigos del muerto.

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La Familia

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Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.