30 junio 2009

Capítulo 11: Aixa y Taku

Los soldados, que no querían perderse la exhibición habitual de su señora, se colocaron en un amplio círculo, entre burlas y guasas. Estaban convencidos de que lady Katsa les iba a deparar un agradable espectáculo a costa del desvergonzado graceling que les había engañado un rato antes.

Aixa miraba preocupada desde fuera del círculo cómo Katsa y Taku tomaban posiciones, uno a cada lado del círculo. Taku se deshizo de su daga, y Katsa arrojó al suelo tanto su espada como un cuchillo que sacó de su bota.

Katsa se giró hacia uno de los soldados, que empuñaba una ballesta, y le espetó:

- Si trata de recoger su arma, mátalo.

- Como desee, mi señora.

La noble graceling se descalzó, y cuando Taku mostro su sorpresa, aclaró que en alguna ocasión, combatiendo de práctica, había asestado punterazos en la frente de sus rivales que habían derivado en heridas más serias de las pretendidas en un principio, tras lo cual Taku se mostró conforme.

Ambos se aproximaron, probándose. Un par de fintas de Katsa fueron evadidas con facilidad por Taku, que sin embargo comprobó la increíble velocidad y fuerza de la graceling, lo que le motivó a tomárselo aún más en serio.

- ¿Asustado? - preguntó burlona lady Katsa, al verlo temblar ligeramente.

- Para nada – sonrió Taku -, excitado con el reto que su habilidad supone, más bien.

Entonces Katsa se abalanzó sobre Taku con una auténtica lluvia de puñetazos y patadas lanzados a una velocidad absolutamente cegadora. Resultaba muy complicado ver siquiera la mayoría de los golpes.

Taku, por su parte, ralentizó el tiempo ligeramente, y cuando comprobó que tenía dificultades incluso así para detener la avalancha de golpes, hizo que transcurriera aún más despacio. En esas condiciones fue capaz de esquivar con facilidad, y pronto pasó al contraataque.

Katsa observó asombrada cómo un rival que en un principio parecía dominado aumentaba paulatinamente su velocidad y sus reflejos, y acababa haciéndola retroceder. Se empleó a fondo y Taku pronto tuvo problemas de nuevo. No quería mostrar su gracia delante de los soldados que lo rodeaban, así que se movió ligeramente hacia el centro del círculo, fingiendo retroceder ante los golpes de Katsa, y finalmente la burbuja azulada envolvió el círculo completo de soldados. Su control sobre su gracia había aumentado gracias a los combates que manteían con regularidad los miembros de La Familia, hasta el punto de dejar a Aixa fuera de su burbuja. Se movió con celeridad entonces, arrebató una espada del cinto de uno de los soldados y se colocó detrás de Katsa, con la espada sujeta en su cuello. A continuación dejó transcurrir el tiempo de nuevo, y todo lo que los soldados y Katsa pudieron ver fue como Taku se desvanecía para reaparecer a la espalda de su rival, con una espada en el cuello de la combativa graceling.

- Confío que comprenda – susurró Taku al oído de Katsa – que podría haberla matado de haberlo querido.

Katsa tragó saliva. Podría inmovilizar a aquel presumido en un momento. Le dejaría insensible el brazo y le arrebataría el arma. Sería cosa de un instante. Pero comprendió de pronto que el chico con un ojo azul y otro gris podría, efectivamente, haberla matado.

- Me rindo. - dijo Katsa en voz alta.

Los soldados quedaron enormemente sorprendidos, y Taku se separó de la joven con una sonrisa.

-Espero poder repetir este combate. Fue realmente un ejercicio estupendo.

- ¿Cómo lo hizo? - preguntó intrigada lady Katsa.

- Mi gracia – respondió Taku, misteriosamente – no es la lucha.

- ¿Cuál, entonces?

- No responderé a eso, alteza. Un hombre debe guardar sus secretos.

Katsa tuvo que ceder a regañadientes, pese a su curiosidad.

- ¿Nos acompañará, pues, a ver a su tío Randa, alteza? - preguntó Aixa desde fuera del círculo de soldados.

- No – respondió Katsa –. He de cumplir una misión del rey en la frontera oeste de Terramedia, y no compartimos camino. Acudiré al feudo de lord Ellis. Pese a todo – añadió mirando a Taku con ira – confío en tener una revancha en condiciones, en la que no le quepa duda que no me derrotará.

- Puede estar segura, alteza


Aixa y Taku alcanzaban poco después Burgo de Randa, donde consiguieron una rápida audiencia con el rey.

Sin embargo, se cumplieron las previsiones más pesimistas de Taku. Randa aseguró tener en cuenta la oferta de Thigpen, pero confirmó haber recibido una oferta similar por parte de Murgon y Birn, y resolvió que esperaría hasta ver si Nordicia se unía a Elestia, y después decidiría en consecuencia.

Después de perder un par de días en buscar otros caminos hacia la alianza, y sin más opciones que retirarse, emprendieron el camino que les llevaría de vuelta al edificio de La Familia, con las noticias de su fracaso.

A la salida de Burgo de Randa se toparon con lady Katsa, un noble de la corte de Randa que resultó llamarse Giddeon, y Oll, el jefe de espías del rey.

- Disculpe, alteza. ¿Podría intercambiar unas palabras con usted? - se interesó Taku.

Katsa le miró con altivez desde su montura, pero finalmente bajó y se acercó al graceling que la había derrotado.

Taku habló en un tono de voz muy bajo, de forma que sólo Katsa podía escuchar lo que decía, ya que el contenido de la conversación no debía ser captado por oídos ajenos.

- He tenido noticias de su Consejo. - Katsa se sobresaltó ante esta afirmación, pero Taku continuó hablando – Sé que su objetivo es actuar a espaldas de los reyes para hacer de los cinco reinos un lugar mejor, y proteger a la gente de la crueldad de los cinco monarcas, que son mucho más despóticos de lo que debería ser ningún dirigente. Mi compañera Aixa y yo pertenecemos a una organización conocida como La Familia, compuesta por ocho gracelings, y nos sentimos muy identificados con sus propósitos. Por tanto, si en alguna ocasión necesita de nuestra ayuda, comuníquenoslo y estaremos encantado de hacer cuanto esté en nuestra mano, o en nuestra gracia.

Tras haber dicho esto, Taku regresó a su montura y él y Aixa se marcharon al galope hacia el edificio de La Familia, dejando a Katsa cavilando sobre lo que acababa de escuchar.



25 junio 2009

Capítulo 10: Las tres misiones

Fish y J.R. tuvieron un viaje tranquilo hasta Burgo de Murgon, la capital de Meridia. Tras solicitar una audiencia se les respondió que el rey estaba muy ocupado, y que podría atenderles en un par de semanas. Dado que tal lapso de tiempo con total seguridad sería un retraso fatal, tuvieron que emplear métodos poco ortodoxos, que incluían cantidades de dinero bajo manga, para llegar a la primera posición de la lista de personas que querían entrevistarse con el rey.
La audiencia se celebró a puerta cerrada, como acostumbraba a hacer Murgon. Apenas un par de guardias y un chambelán se encontraban presentes, lo cual facilitó mucho el trabajo de los dos jóvenes.
- Alteza - empezó J.R. -, nosotros tan sólo queremos hacerle una sencilla pregunta.
- Adelante, muchacho. - respondió Murgon, interpretando su papel de monarca clemente y comprensivo.
- Qusiéramos saber dónde y cuándo se va a celebrar la entrevista que mantendrá con el rey Birn de Oestia, o con su representante.
- No sé de qué me estás hablando, jovencito - respondió el rey, con fingida calma -, pero no me ha agradado tu tono insolente. La entrevista acaba aquí. ¡Guardias! Acompañen a estos dos jóvenes a la salida.
- No será necesario, mi señor - intervino Fish, con sumisión -. Nos marchamos.
Apenas cruzaron la puerta Fish miró sonriente a J.R.
- ¿Lo tienes?
- Sí - confirmó Fish -, se van a reunir mañana a medianoche en el cuarto de armas del castillo de Murgon.
- De acuerdo - dijo J.R.- , eso nos da todo un día de margen para preparar la incursión de mañana.

Mientras tanto, Neko y Charly alcanzaban el Burgo de Drowden, y solicitaban una entrevista con el rey. Dado que la respuesta fue similar a la que habían obtenido J.R. y Fish, su línea de acción consistió en solicitar una entrevista con el jefe del ejército nordeño. Esa misma tarde tuvieron ocasión de hablar con él en privado. Se trataba de un hombre enorme, más grande y corpulento que Charly, que siempre iba ataviado con la cota de malla y jamás se quitaba la espada del cinto. Se rumoreaba en la corte que incluso en la cama dormía con su arma, y que ése era el motivo por el que no había contraído matrimonio. Sin embargo, resultó ser un hombre afable, aunque firme en su modo de hablar.
- Decidme, jóvenes - comenzó amistosamente Jarn, el general nordeño-. Creo que tenéis una propuesta para mí. Si queréis enrolaros, tú, chico, estás admitido sin más discusión. Sea cual sea tu gracia, tu constitución física bastaría para entrar en el ejército. Sin embargo tú, muchacha, deberás demostrarme tus aptitudes de combate, si es que tu gracia te es útil en ese sentido.
- General, nuestra propuesta no tiene nada que ver con enrolarnos - comentó Charly con una sonrisa -, sino con algo mucho más provechoso para el reino de Nordicia. Traemos una propuesta de alianza militar con Elestia, con la promesa de sustanciosas recompensas en caso de precisar la ayuda de Drowden en la batalla.
Jarn quedó atónito, pero inmediatamente su rostro se ensombreció.
- He escuchado los rumores. Sé que Murgon planea declararle la guerra. Aliarse con Nordicia le daría respaldo a Thigpen, pero... no sé si eso resultará conveniente a los intereses de mi rey.
- Por tanto - intervino Neko empleando su gracia -,lo mejor que podemos hacer es ir a ver a Drowden y comentarle en persona la propuesta de nuestro rey.
Jarn pareció algo confuso, pero sacudió la cabeza y dijo:
- Sí, sin duda es lo más oportuno. Vamos, lo arreglaré para que lo veamos inmediatamente.

Taku y Aixa no habían tenido un viaje tan tranquilo como sus compañeros. Poco antes de cruzar la frontera habían sido asaltados por unos ladrones, que despertaron al cabo de unas horas con fuertes dolores de cabeza y un chichón del tamaño de un huevo de gallina.
A la media hora escasa de entrar en las fronteras de Terramedia fueron interceptados en un claro del bosque por una patrulla de Randa, que les exigió identificación y motivo del viaje. Dado que las respuestas no les satisficieron los soldados se plantearon prenderlos, de modo que Aixa y Taku tuvieron que emplear toda su labia para evitar una pelea que no deseaban contra los soldados de un rey al que iban a pedir ayuda. Sin embargo, una voz surgió de improviso de los árboles colindantes.
- ¿Y vosotros, quiénes sois?
Se trataba de una muchacha de menos de veinte años, de complexión delgada, y con un iris azul y el otro verde, a quien parecían temer no sólo los soldados, sino hasta su propio caballo.
- Mira - susurró Taku a Aixa -, es Lady Katsa, la sobrina de Randa. Su fama se extiende por los cinco reinos. Nadie ha sido capaz de vencerla, y el rey la emplea para castigar a aquellos que lo desafían o desobedecen. Sin embargo, cumple esas órdenes contra su voluntad, y tiene una organización...
- ¡Basta de murmullos! ¡Os he preguntado que quiénes sois!
La voz de la muchacha no admitía demora en la respuesta.
- Lady Katsa - ante la mención de su nombre Katsa abrió ligeramente los ojos, pero no llegó a sorprenderla que su reputación hubiese llegado a Elestia-, mi compañera se llama Aixa y mi nombre es Taku.
- ¿Qué hacéis en tierras de mi rey?
- Venimos en nombre del rey Thigpen a negociar una alianza con Randa - dijo Taku.
Un considerable revuelo se formó en el claro. La versión que habían dado a los soldados era muy diferente, relativa a un tratado comercial con la cooperativa agrícola de Burgo de Randa, la propia Lady Katsa quedó atónita, y Aixa comenzó a protestarle a Taku que hubiese revelado la naturaleza de su misión.
El graceling esperó a que las voces cesaran y tomó de nuevo la palabra.
- Una cosa es ocultar la naturaleza diplomática de nuestra misión a una patrulla fronteriza, y otra muy distinta hacerlo con una noble, y la sobrina del rey por añadidura. Por tanto, mi señora, sería todo un placer para nosotros que nos acompañárais en nuestro camino.
- No tengo porqué - dijo con altivez Katsa -, ya que no creo que mi presencia sea necesaria en vuestro viaje.
- Quizás - sugirió Taku - a su alteza le pueda apetecer mantener algún que otro combate de práctica conmigo.
Katsa se quedó nuevamente sorprendida. No ocurría a menudo que otra persona se aviniese a cruzar golpes con ella, ni siquiera otros gracelings.
- Acepto... siempre y cuando me demuestre inmediatamente que no caerá nada mas empezar.
- Probemos, pues.

23 junio 2009

Capítulo 9: La decisión

La reunión en torno al fuego estaba muy animada. Mientras las aves que había cazado Lía se asaban lentamente Aixa expuso a todo el grupo la misión que les encomendaba Thigpen, e inmediatamente salieron a escena las primeras reacciones:
-¡No podemos aceptar ese pedido!¡La guerra, estamos hablando de la guerra! Yo no tomaré parte en algo así - expuso Taku, exaltado.
- Piensa - le espetó Lía - que si aceptamos, la situación quedará equilibrada, o incluso a favor de Elestia. En esas circunstancias no creo que Murgon se atreva a iniciar ninguna hostilidad, sin tener la certeza de que puede ganar la guerra.
- Si aceptamos, nos movemos como quiere Thigpen, y la guerra estalla de todas formas, seremos responsables directos de todos los habitantes de Terramedia y Nordicia que mueran en el conflicto. - rechazó Taku - Y si no lo hacemos, cuando Murgon declare la guerra a Elestia con el apoyo de Oestia, Thigpen no tendrá más remedio que rendirse inmediatamente y darle lo que quiere a Meridia. Así se evitará la guerra.
- No digas tonterías. - repuso Neko - Cumplir el encargo de Thigpen sólo nos puede favorecer. Si gracias a nosotros Nordicia y Terramedia se alían a Elestia no habrá guerra. No seas tan inocente como para pensar que somos el único medio de diplomacia entre los reinos.
- No estoy de acuerdo. - intervino Aixa - Yo creo que si aceptamos, somos cómplices de las intenciones de Thigpen. Y éstas no son evitar la guerra, no os confundáis. Es que estalle, y ganarla. Estoy en contra de las guerras, y creo que el mejor medio para evitar ésta es rechazando la misión del rey.
- Pues yo creo que debemos hacerlo, - rebatió Aka - ya que beneficiaremos al reino, y además nos embolsaremos una buena cantidad. No creo que el rey sea tacaño cuando la seguridad nacional está en juego. Si jugamos bien nuestras cartas, podremos evitar la guerra y obtener excelentes resultados para La Familia: dinero, reputación...
- No me puedo creer que conozcáis tan mal a Randa de Terramedia como para pensar que aceptará la propuesta de Thigpen a la primera. - comentó Taku - No, lo que hará será hacer pública la oferta de Thigpen, y esperar a que Murgon haga una contraoferta. Sin embargo, probablemente Nordicia sí que acepte, si las condiciones son lo bastante ventajosas.
- No tiene sentido prolongar la discusión - atajó Aka - así que votemos. Los que estén a favor de aceptar la propuesta, que levanten la mano.
Cuatro manos se alzaron en el aire. Aka, Neko, Lía y Charly, que dijo que Aka tenía razón en sus argumentos, aceptaban el encargo.
- De acuerdo, ahora los que rechazan la misión.
En esta ocasión fueron tres las manos alzadas, las de Taku, Aixa y J.R. , que opinó que Aixa había expresado con claridad las desventajas de aceptar la oferta y lo había convencido.
Fish, por su parte, declaró que ambas opciones le parecían igual de malas, y que los argumentos de unos y de otros se anulaban entre sí, así que se abstenía de votar.
Así fue como, cuando el emisario real se presentó unas horas más tarde en el viejo edificio de La Familia, encontró a los ocho miembros esperándole.
- Comunica a tu rey que aceptamos su encargo, pero no va a salirle barato - apuntó Aka, que había asumido la voz cantante.
- Espero que esto baste como adelanto. - contestó el mensajero, vaciando en la mesa una bolsa repleta de monedas de oro - Es una tercera parte. Las otras dos partes se entregarán cuando presentéis en la corte los documentos que a continuación os entrego, firmados por Randa de Terramedia y Drowden de Nordicia, e informéis al rey de los acuerdos alcanzados entre Meridia y Oestia.
Los ojos de los ocho contemplaron las monedas brillantes, pero en ninguna cara se reflejó emoción alguna.
- Cumpliremos nuestra misión, - aseguró Aka - pero informa a tu rey de que estamos en contra de la guerra, y que llegado el caso tomaremos las medidas que consideremos oportunas para evitar que se lleve a cabo.
- El mayor deseo del rey es evitar la guerra, - coincidió el emisario - así que vuestra disposición le agradará sobremanera.
- Hasta pronto, pues.
- Suerte en vuestra misión.
Con estas palabras el emisario se marchó, dejando a los ocho a solas.
- De acuerdo, - tomó la iniciativa Aka - las misiones están claras. Fish, tú y J.R. vais a viajar a la corte de Murgon, a Meridia. Allí descubriréis dónde y cuándo se celebrará la reunión. Quiero que mandéis a la base mensaje cifrado en cuanto tengáis la información. Después, que J.R. se infiltre en el consejo para poder enterarnos de las condiciones del pacto.
- Comprendido - afirmaron ambos, que se pusieron en marcha de inmediato.
- Taku, tú viajarás a Terramedia, para tratar de convencer a Randa de que se una a Elestia. Aixa, tú le acompañas.
- Está bien, - aceptó Taku a regañadientes - pero no va a servir de nada. Randa no va a aceptar.
- Neko, tú viajarás a Nordicia. Con tu gracia, la ayuda del rey está asegurada. Charly, tú viajarás con ella, para protegerla de posibles peligros en el camino.
- Sin problemas - confirmó Charly.
- Lía y yo trataremos de resolver los pedidos que nos lleguen mientras, pero esto tiene absoluta prioridad.
Los seis miembros de La Familia que iban a partir se dirigieron rápidamente a sus cuartos para recoger las escasas pertenencias que les acompañarían en el viaje, y antes de que anocheciera las tres parejas habían marchado hacia sus respectivos destinos, rumbo a cumplir la misión del rey.

Capítulo 8: El encargo del Rey

Lía volvía hacia el poblado con la caza del día. Había conseguido abatir varias aves con sus flechas, y la carne que sobrara pensaba regalarla al carnicero para que éste la repartiera entre la gente con menos recursos al acabar el día. Esa costumbre mejoraba las condiciones de vida en el pueblo y aumentaba la reputación de La Familia entre las gentes del lugar.
Cuando ya se aproximaba al sendero que llevaba al poblado, un ruido de pasos que se aproximaban la llevó a agazaparse entre las ramas y observar a quien fuera que llegaba. Si se trataba de otro miembro de La Familia, pensaba darle un buen susto (excepto si se trataba de Charly, a quien coger por sorpresa era virtualmente imposible). Sin embargo, quedó sorprendida al contemplar a un hombre mayor, de unos cincuenta años, ataviado con la túnica tradicional de los mensajeros reales.
No sabiendo bien cómo reaccionar, salió corriendo y atajó hasta llegar al viejo edificio donde La Familia tenía su residencia, ya que Aka, Taku y J.R. habían llegado muy tarde la noche anterior de una misión en Terramedia y se encontraban descansando aún pese a que el sol llevaba muchas horas luciendo en el cielo. Encontró a Aixa atendiendo a un campesino que quería que La Familia le sirviera de mensajera a un hermano en la otra punta de los cinco países, en Oestia, y que no estaba de acuerdo con el precio, y a Fish sentada tranquilamente a la sombra, en una cómoda mecedora.
Al verla llegar sudando y respirando agitada, Aixa se alarmó, aceptó el precio del campesino sin discutir y se acercó a atenderla.
- ¿Estás bien?
- Pareces alterada - comentó Fish desde su rincón.
- He visto a un hombre ataviado de emisario real... y creo que se dirige hacia aquí - casi jadeó Lía, que luchaba por recuperar el resuello.
Inmediatamente ambas muchachas se pusieron en tensión.
-¿Un enviado del rey?
- Mejor estar preparadas por si surgen complicaciones. Voy a buscar a Neko a su cuarto, y a despertar a Taku, Aka y J.R.
- De acuerdo, Fish. Aixa y yo nos quedaremos aquí a recibir al emisario.
- ¿Dónde está Charly?
- Dijo que iba a salir un momento a comprar un par de cosas para la comida. Algo de queso y pan, creo.
- Entonces volverá pronto. Perfecto. Si su gracia le muestra nuestra situación, estará aquí pronto. Me gustaría contar con él para saber lo que quiere el mensajero.
Apenas Fish desapareció escaleras arriba la sombra del emisario cubrió la puerta del edificio.
- Buenos días.
- Buenos días, señoritas. ¿Me esperaban? - una amplia sonrisa apareció en el curtido rostro del hombre - Mi rey estará satisfecho de su competencia. No puede uno dejarse sorprender en estos tiempos que corren.
- ¿Qué trae por aquí a un emisario del rey Thigpen? - preguntó Lía, con curiosidad.
La sonrisa se esfumó del rostro del emisario.
- Mi rey ha tenido noticia de que el monarca de Meridia planea declararle próximamente la guerra.
- ¿La guerra? - exclamaron atónitas Lía y Aixa.
- Además creemos que Meridia se mueve diplomáticamente para contar con Oestia como aliado en caso de guerra, lo cual sería desastroso para Elestia.
- Pero... ¿qué motivo...?
- Por tanto, - continuó el emisario sin hacer caso a la interrupción de Aixa - las instrucciones de mi rey son las siguientes: en primer lugar, descubrir dónde se realizará la reunión diplomática entre Meridia y Oestia, en segundo lugar descubrir qué acuerdos se alcanzan en esa reunión, y el alcance de dichos acuerdos, y en tercer lugar llevar mensaje a los reyes Drowden de Nordicia y Randa de Terramedia para solicitar su apoyo en caso de guerra. Si aceptan la misión les entregaré un documento con sello real en el que recibirán instrucciones precisas sobre cuánto y cómo pueden ofrecer a estos reyes para convencerlos de formar parte de nuestro bando.
Ambas muchachas quedaron en silencio durante unos instantes. Finalmente, Aixa tomó la palabra:
- Es una misión compleja, y debemos celebrar consejo para decidir si la aceptamos. La Familia se reunirá durante la comida y tomaremos nuestra decisión. Mientras tanto, le ruego que se quede en la posada del pueblo, y La Familia correrá con los gastos de su alojamiento hasta que hayamos decidido.
- Es razonable - dijo el enviado real - y acepto vuestras condiciones. Volveré dentro de unas horas para conocer la decisión de La Familia.
- Antes - intervino Lía - quisiera saber qué ha motivado a Murgon a declararle la guerra a Thigpen.
- La excusa será una incursión que realizó el ejército elestio en Meridia hace unos años, en la cual los soldados arrasaron varios poblados, tras lo cual se envió una disculpa oficial. Murgon lo considerará un insulto personal y tomará venganza.
- ¿Y el motivo real?
- Recientemente hemos descubierto en las montañas de la frontera con Nordicia un inmenso depósito de hierro que rellenaría las arcas del reino y nos permitiría forjar armas con las que equipar el más moderno ejercito de los cinco reinos. Ello nos otorgaría una posición hegemónica que, obviamente, Murgon no piensa consentir. Con la guerra, incluso si Nordicia y Terramedia nos apoyan, nuestras reservas disminuirán considerablemente al comprar su ayuda, lo que impedirá que alcancemos una posición dominante en los próximos años.
-De acuerdo. La Familia deliberará y te contestaremos en unas horas.
- Perfecto.

21 junio 2009

Capítulo 7: La Familia

Unas semanas más tarde todo el grupo había tenido tiempo para conocerse mejor. Se habían instalado en el reino de Elestia, en el pequeño pueblo donde se habían criado Aka, Taku y Charly, y a solo unos kilómetros del hogar de Neko, y vivían juntos en una vieja casa abandonada que habían restaurado en un par de días.
Pronto se formaron pequeños lazos de amistad entre ellos, sobre todo en algunos casos. Lía acostumbraba a buscar la compañía de Aka, quien le había salvado la vida. Fish y Aixa habían congeniado inmediatamente y se habían cogido cariño, y Neko iba con ellas siempre que no estaba en alguna misión. J.R., Neko y Taku acostumbraban a cumplir encargos juntos, y Charly solía juntarse tras la cena con su hermano Taku y con Aka para charlar tranquilamente. Entre todos se tejía la red de una auténtica amistad que debía hacerles la vida más sencilla.
También acostumbraban a tener pequeños combates de entrenamiento, y poco a poco fueron descubriendo las limitaciones de los poderes de los demás. Aixa necesitaba el contacto físico para poder curar, J.R. podía mantener su invisibilidad un máximo de veinte minutos, Neko tenía que hablar para ejercer su influencia en los demás, Taku podía mantener el tiempo ralentizado sin problemas pero la burbuja que detenía el tiempo completamente sólo podía conservarla quince segundos, y además en los siguientes quince estaba desprovisto de sus poderes... todos ellos eran sobrehumanos, sí, pero incluso sus formidables habilidades tenían un límite.
Lía tenía una puntería sobrenatural, pero en la oscuridad su visión era mucho peor, y Neko y J.R. demostraron que de noche era posible batirla lanzando cuchillos a una diana, y Charly era incapaz de controlar el tiempo que iba a prever, tanto podía ser algo que pasaría en unos días que apenas en unos segundos. Siempre sabía cuándo iba a pasar lo que había visto, pero nunca sabía con cuanta antelación le mostraría el futuro su gracia.
Cuando todos ellos estuvieron completamente acostumbrados a la vida en común comenzaron a formalizar el futuro de La Familia, como denominaron al grupo. Los ocho se desperdigaron por los poblados en derredor para ofrecer sus servicios en calidad de espías, guardaespaldas, cazarrecompensas y, en algunos casos en los que toda La Familia decidiera aceptar el pedido, asesinos.
Tras unos meses en activo, La Familia era una organización conocida ampliamente en Elestia, y su nombre comenzaba a hacerse eco a lo ancho de los cinco reinos, pese a que no se conocía la identidad de ninguno de sus miembros. Surgió entonces la cuestión que siempre surge en grupos de este estilo. Querían algo que los identificara como miembros, pero que sólo ellos supieran qué era. Finalmente optaron por elaborar un símbolo para el grupo y todos se lo tatuaron en la espalda, justo tras el hombro derecho.
El grupo estaba en marcha, pero su próxima misión lo cambiaría todo.

20 junio 2009

Capítulo 6: El grupo

Recuperadas las fuerzas en el burgo de Murgon, donde encontraron una posada de aspecto desaconsejable cuyo dueño resultó ser un tipo de lo más simpático y que además era muy barata, Charly, Lía y J.R. montaron grupas en dirección oeste. Antes Charly se acercó a la casa de postas para mandar mensaje a su madre de que había huído de los soldados y se encontraba bien.
Tras cabalgar unas horas, cuando el sol se acercaba a su punto más alto, vieron a lo lejos una nube de polvo que se acercaba. Se apartaron del camino y su sorpresa fue enorme al ver que se trataba de un numeroso componente de hombre con el uniforme de los soldados de Terramedia.
Cuando pasaron de largo, los tres jóvenes se acercaron para compartir opiniones.
-¡Nos están buscando! - afirmó Charly.
-No creo, será una patrulla protegiendo a un correo o preparando el camino para el paso de alguien importante – rechazó Lía.
-O quizás van a hacer una incursión en algún poblado cercano – apuntó J.R.
Se miraron con preocupación. Las incursiones entre reinos eran frecuentes, pero todos los reinos las consentían en cierta medida siempre que no fueran más allá de saquear un poblado. Las consecuencias solían ser desastrosas, con un gran número de aldeanos muertos y muchas jóvenes sufriendo destinos incluso peores.
-Deberíamos acercarnos al poblado que dejamos atrás hace un rato. Quizás podamos ayudar – opinó Lía.
-Si nos están buscando, eso sería entregarnos en bandeja - rebatió Charly.
-No podemos hacer como que no pasa nada – contestó Lía.
-Bueno, vayamos con prudencia al menos.
No habían cabalgado ni cinco minutos cuando Charly repentinamente gritó:
-¡Media vuelta! ¡Es una emboscada!
Instantáneamente J.R. se hizo invisible, y los tres giraron en redondo. No sirvió de nada porque una parte de los soldados salió de sus escondites tras ellos, y otra parte, montada a caballo, apareció delante, cogiéndolos enmedio.
-¿Cómo nos han cogido tan tontamente? - gritó Charly, presa de una intensa frustración.
-Porque sois increíblemente predecibles. Era obvio que nos seguiríais para intentar proteger el poblado de nuestro posible ataque.
Quien así había hablado era un hombre que parecía dirigir a los soldados. Cuando se adelantó los tres perseguidos comprobaron que se trataba de un graceling, ya que junto a un ojo gris aparecía uno de un ámbar intenso.
-¿Predecibles, dices? Está claro que eres un mentalista. Puedes leer la mente, así que supiste lo que pensaba Lía, y también que no cedería a mis protestas porque mi convicción era más débil.
- Muy agudo, chaval. Cierto, soy un mentalista. Y además dirijo a un montón de soldados que os van a llevar derechitos al burgo de Randa. Y tú, chaval, deberías dejar de intentar coger por sorpresa a un mentalista.
Dicho esto, lanzó una patada hacia el frente, donde no parecía haber nadie, y J.R. salió disparado hacia atrás, perdiendo su invisibilidad.
Lía sacó su arco y lo armó en menos de dos segundos, pero en ese tiempo ya tenía a varios arqueros apuntándole.
-Yo que tú no me movería... mis órdenes son llevaros a burgo de Randa vivos, y no me gustaría decirle al Rey que vuestra estupidez me obligó a matarlos.
-Qué lástima... pero ¡prefiero luchar y morir que vivir a sus órdenes! - la frase de Lía sonó en el aire como una sentencia de muerte.
La flecha salió de su arco y se clavó en el pecho del graceling, cuya sonrisa se congeló en su cara. Cinco arqueros soltaron sus flechas hacia Lía, que cerró fuerte los ojos esperando el impacto... que no llegó. Sorprendida, abrió los ojos y comprobó que ya no estaba encima de su caballo, y que las flechas habían impactado en uno de los soldados, que se encontraba ahora a lomos de su montura y que había recibido cuatro saetas en el cuerpo y cayó muerto en el acto.
-¿Pero qué...?
En medio de los soldados se encontraba ahora un joven de elevada estatura con el pelo corto y negro y un ojo verde y otro plateado. En su hombro izquierdo sobresalía el mástil de una flecha, y tenía una mueca de dolor. Lía parpadeó de nuevo y en el lugar del joven se encontraba ahora otro muchacho, más bajo y fornido que el anterior, con el pelo pajizo despeinado y con aire de despreocupación.
Los soldados se recuperaron de su sorpresa y atacaron al chaval, todos a la vez. El chico empezó entonces un baile zigzagueante entre hojas de acero, y por cada filo que esquivaba un enemigo caía al suelo y ya no volvía a levantarse. El movimiento del joven era hipnótico. De pronto, en torno al chico surgió una enorme burbuja de color azulado de unos veinte metros de diámetro y todo aquello que se encontraba dentro se detuvo. Todos los soldados habían quedado dentro y se inmovilizaron completamente. Sin embargo, el muchacho rubio se movió sin problemas, dirigiéndose rápidamente hacia cada uno de los enemigos y, con un rápido movimiento, fue abriéndoles la garganta. Pasados unos quince segundos, la burbuja se esfumó, y los soldados se desplomaron en el suelo mientras Taku guardaba el puñal en su vaina.
-¡Hermano!
La sonrisa de Charly lo decía todo. El chico rubio se acercó y se dieron un fuerte abrazo.
-Veo que has llegado en el momento justo. ¡Aka! ¿Tu también por aquí?... ¿Aka?
-Ya ves, me gusta estar donde la acción...
-Pero... estás herido... ¿qué ha pasado?
-Solo es un rasguño – musitó Aka, con el rostro crispado de dolor.
-Las explicaciones para más tarde, creo – intervino Taku – necesitamos llevar a Aka inmediatamente a algún médico.
-Por aquí cerca hay un santuario, en el que dicen que vive una persona capaz de curar cualquier herida – anunció J.R. - así que propongo que vayamos para allá sin demora.
El grupo guardó silencio un momento, un silencio que se rompió con la llegada de Neko y Fish, que se habían rezagado con los caballos y acababan de alcanzarlos.
Menos de un cuarto de hora después los caballos entraban al galope en el santuario, donde una solitaria figura estaba inmersa en la lectura de un pergamino.
Tras exponerle la situación, la curandera, que resultó ser una chica joven, de unos veinte años, que vestía una túnica con capucha, retiró la flecha del hombro de Aka y, mientras éste se retorcía de dolor sujetado por los brazos de sus compañeros, acercó sus manos a la zona herida. Casi inmediatamente Aka se calmó y la herida se cerró como si nunca hubiese existido.
Todo el grupo se quedó atónito, hasta que la curandera se retiró la capucha y pudieron ver que uno de sus ojos era rojo, y el otro violeta. Una graceling con el poder de curar.
Una vez quedó claro que Aka estaba fuera de todo peligro y que sólo necesitaba descansar un poco tumbado en una litera, el grupo se colocó a su alrededor y comenzaron las presentaciones, ya que la mayoría de ellos no se conocían entre sí.
Las explicaciones no tardaron en llegar.
-Aka y yo viajábamos con Neko y Fish hacia el este cuado vimos ese grupo de soldados tan numeroso. Como no nos fiábamos un pelo de sus intenciones los seguimos para ver qué se proponían.
-Y nuestra sorpresa fue considerable cuando llegamos y os encontramos rodeados.
-Finalmente te iban a coger, ¿eh, Charly?
-No te creas, aún me quedaban ases en la manga.
Taku miró a Lía y J.R. y les contó cómo había transcurrido la pelea.
-Cuando vimos que Lía disparaba, comprendimos que iban a caerle encima unas cuantas flechas.
-Entonces – intervino Aka desde su jergón– empleé mi gracia, que consiste en cambiar mi posición con la de quien yo quiera, me coloqué en su lugar, y después me cambié por uno de sus soldados. Pero no lo bastante rápido, por lo que parece. Después miré a Taku y decidí que le tocaba a él encargarse del combate. Así que intercambié nuestras posiciones.
-Mi gracia, como quizá habéis comprendido ya, es el control del tiempo. Primero lo ralenticé ligeramente para esquivar con comodidad las espadas de los soldados e ir matándolos. Después, cuando vi que eran muchos y podían terminar atacándoos a vosotros, paré el tiempo (esa burbuja que visteis) y fui de uno en uno acabando con ellos.
-Y ahora ha llegado el momento de agradecer como es debido la milagrosa recuperación de Aka. Realmente no sé como darte las gracias, curandera – dijo Charly.
-Mi nombre es Aixa. Y acerca de cómo agradecérmelo... si me lleváis con vosotros me consideraré sobradamente pagada, ya que me aburro terriblemente en este solitario lugar pero la distancia es excesiva con todos los poblados como para ir yo sola.
-Así será – aseguró Taku – considérate parte de nuestro equipo.
Todos ellos fueron conscientes de que se acababa de formar un grupo. Lo que no sabían era que se trataba de un grupo que estaba destinado a hacer algo grande, algo que afectaría de forma definitiva el mundo donde les había tocado vivir. Ocho jóvenes que, con sus habilidades, iban a vivir una historia increíble.

Capítulo 5: El gigantón

A algunos kilómetros de allí, en un bosque muy similar, un fugitivo trataba de alcanzar la frontera entre Terramedia y Meridia, corriendo a toda velocidad entre los árboles. Era un muchacho no mayor de veinte años, de casi dos metros de altura y más de noventa kilos de peso que sin embargo se movía con una agilidad impropia para alguien de su tamaño. Su piel era muy blanca, salpicada de pecas, y tenía un cabello negro y largo hasta media espalda, que en ese momento ondeaba tras él mientras trataba de escapar.
Un grupo nutrido de perseguidores trataba de darle alcance. Su elevado número, unos quince, no era fruto de la casualidad. Aquel fugitivo era un graceling que acababa de escapar de Su Majestad el Rey Randa de Terramedia. ¿El motivo? En Terramedia, al igual que en Meridia, los graceling no eran muy apreciados, y si no entraban al servicio del rey, la más mínima excusa servía a la hora de quitarlos de enmedio.
Charly, el fugitivo, había rechazado terminantemente entrar al servicio de un monarca al que consideraba cruel e innecesario, y se había declarado partidario de la república. Ello motivó que el rey mandara en varias ocasiones numerosos grupos de soldados a prenderlo, pero en cada una de estas ocasiones encontraron su casa vacía. Jamás, ni siquiera cuando envió agentes encubiertos, consiguió sorprenderlo.
Finalmente habían conseguido llegar mientras se marchaba, y lo persiguieron a galope tendido hasta que se internó en lo espeso del bosque para obligar a los jinetes a abandonar sus caballos. La táctica no solo dio resultado sino que obligó a un par de hombres a quedarse cuidando de los caballos.
La frontera de Meridia ya estaba cerca, pero sus perseguidores estaban cada vez más próximos y a Charly no le quedaba resuello. Finalmente, cuando su captura ya parecía inevitable, lo más sorprendente ocurrió. Una muchacha pálida de pelo castaño y rizado apareció montando un caballo al que seguían otros dos, aparentemente sin jinete.
- ¡Sube! - Gritó la joven mientras se acercaba rápidamente al lugar donde Charly contemplaba atónito la escena.
Charly se concentró y en el momento en el que uno de los caballos que iba a la zaga pasaba por su lado se aferró a su cuello y el propio ímpetu del animal le hizo montar. Mientras se alejaban, volvió la vista atrás para contemplar como el grupo de soldados se detenía, impotente.
La chica gritó de júbilo mientras galopaba a toda velocidad hacia los límites del bosque, allí donde Terramedia se convertía en Meridia.
De súbito, en la silla del caballo que quedaba libre, se materializó de la nada un joven de pelo rubio y rizado y la cara salpicada de pecas.
- Eso ha estado cerca – comentó satisfecho.
- Gracias por ayudarme – gritó Charly mientras los caballos se acercaban a la frontera. - pero... ¿quiénes sois?
- Yo me llamo Lía – repuso la joven – soy una graceling con la habilidad de la puntería.
- Yo soy J.R. - añadió el chico – y mi gracia es la invisibilidad.
Eso explicaba algunas cosas, pero no todas, pensó Charly.
- Pero... ¿de dónde habéis salido? ¿Cómo sabíais donde encontrarme?
Fue Lía la que contestó.
- J.R. estaba en el bosque cuando apareciste corriendo. Estaba buscando leña porque habíamos acampado cerca. Se hizo invisible al instante, y cuando aparecieron todos aquellos soldados y dejaron allí los caballos con apenas un par de hombres de guardia vino a por mí. Con dos flechas los guardias dejaron de ser un problema. Entonces robamos los caballos y nos dirigimos a la salida del bosque, donde deja de ser espeso, a esperar a que salierais. Al parecer llegamos justo en el momento oportuno – comentó sonriendo.
- ¿Qué hacíais vosotros en el bosque?
- Somos fugitivos como tú – contestó J.R. - y acampamos en el bosque desde hace unos días. Nos encontramos por casualidad en una posada de un poblado meridiano cercano a la frontera. Ambos estábamos perseguidos en Terramedia, pero añorábamos estos bosques, así que nos acercamos a pasar unos días aquí. La habilidad de Lía con el arco nos daba fácil comida, y no es época de lluvias, así que no tuvimos problemas ni sorpresas... hasta que apareciste.
Charly sonrío con culpabilidad. Pese al agotamiento de la carrera, aquel galope le estaba sentando a gloria.
- Yo me llamo Charly. Mi gracia es ver el futuro inmediato antes de que pase. De esa manera he evitado a los enviados del rey todo este tiempo.
- Suena muy útil – comentó Lía con un punto de admiración.
- Lo es – contestó Charly con una sonrisa.
La cabalgata concluyó unos cientos de metros más allá, cuando atravesaron el riachuelo que separaba ambos reinos y se adentraron en Meridia.
- El burgo de Murgon no queda lejos – propuso J.R. - podemos dirigirnos allí a pasar la noche.
- Me parece buena idea, – estuvo de acuerdo Charly – allí no nos buscarán. ¿Quién buscaría a tres fugitivos en la ciudad más importante de Meridia?
Pusieron rumbo al sureste y avistaron la ciudad cuando se encendían las primeras linternas de la noche.

Capítulo 4: El compañero de Aka

Cuando Aka se levantó, el sol estaba ya bien alto en el horizonte, y Fish y Neko respiraban acompasadamente. Le pesaban los párpados, pero no podía permitirse dormir ni un segundo más.
La verdadera razón por la que Aka se encontraba en la posada la noche anterior no era la búsqueda de problemas. Había quedado allí con un amigo suyo al que llevaba sin ver un tiempo, un graceling que estaba comenzando a hacerse conocido porque ni los más dotados para la lucha habían podido vencerle, ni siquiera aquellos tocados por la gracia.
Por tanto, pese a las malas sensaciones que le daba volver al poblado, se encaminó hacia allá. De súbito, dos hombres le cortaron el paso. Se trataba de un hombre alto con un pañuelo rojo anudado en torno a la frente y un arco largo al hombro y un individuo de baja estatura con un puñal de hoja larga.
- Maldito graceling, has asesinado a un hombre en la taberna del poblado y probablemente a cuatro más en el bosque. Prepárate, porque ¡vas a morir!
Aka se preparó para defenderse, desenfundando la daga y manteniéndose atento. El arquero tensó el arco y disparó, momento en el que la gracia de Aka fue empleada de nuevo. Un instante más tarde, el arquero moría con su propia flecha clavada en el corazón.
Sólo cuando el otro hombre se le encaró comprendió que había cometido un error que podía resultar fatal: debería haber hecho que el tipo del cuchillo muriera primero. La segunda flecha acabaría con la vida del arquero y no quedarían enemigos. Sin embargo, ahora debía hacer frente a un hombre con un arma de filo, y a ésas no era posible evitarlas con su gracia. Además parecía mucho mejor entrenado y más acostumbrado a la lucha que el de la taberna de la noche anterior. Sostuvo su daga con firmeza, pero era consciente de que probablemente aquel hombre tenía mucha más experiencia en combates a corta distancia que él.
- Chico, acabas de firmar tu sentencia de muerte.
De súbito una voz irrumpió en el claro.
- Hombre, Aka, así que estabas aquí.
Ambos contendientes se giraron para mirar a la figura que se acercaba despreocupadamente entre los árboles. Era un muchacho de media altura y fornido, con el pelo pajizo y ojos azul grisáceo. Se movía con fluidez, esquivando las ramas bajas de los árboles sin dificultad. Cuando estuvo lo bastante cerca, miró a Aka y habló con un cierto tono de reproche. Su voz era aguda.
- No hay manera de evitar que te metas en líos. ¿Sabes lo que me ha costado encontrarte?
- ¡Bah! No habrán sido más de cinco minutos.
- Sabes que conmigo ese comentario es bastante acertado.
- Quizá. En fin, ¿me echas una mano con este tipo?
- Faltaría más.
El joven rubio se acercó al hombre, que había contemplado la escena bastante sorprendido. Su mano se movió con velocidad cegadora y arrebató el puñal de la mano del individuo. Cuando éste le miró a los ojos, comprendió de golpe su situación. Cayó de rodillas en el acto.
- ¡No! No, señor, por favor, no me mate. Tengo familia que mantener, soy muy joven para morir…
- ¿Sabes quién soy?
- Sí, señor. Vos sois Taku, el graceling que no parece serlo, el hombre que nadie en Meridia ha logrado derrotar.
- Bien, ahora que lo sabes, puedes largarte con viento fresco, y no quiero volver a verte por aquí.
- ¡Gracias, señor! – El hombre le miró, incrédulo de que le hubiesen perdonado la vida, y murmuró – No sois el monstruo que se asegura que sois.
Cuando el tipo se alejó a la carrera, Aka se acercó a Taku.
- ¿No deberías haberlo matado? Nos traerá problemas.
- No, no tenía por qué. Además, mejorará mi reputación. Ya lo oíste… la gente cree que soy un monstruo.
Aka soltó una franca carcajada.
- ¡Nada más lejos de la realidad! Amigo mío, eres un buenazo.
- Sí, pero eso no lo sabe casi nadie. Sólo saben que, por más rápido y hábil que sea mi rival, puedo matarlo si lo deseo. ¿Cómo no podría, con mi gracia?
- Nadie sospecha siquiera que tu gracia no sea la lucha - observó Aka.
- Es mucho más frecuente la gracia de luchar que la mía.
- Cierto.
- Y, hablando de eso, no me gusta nada que mi nombre esté cogiendo fama. Va siendo hora de volver a Elestia, a nuestra ciudad. He escuchado algunos rumores que me gustaría confirmar - dijo Taku.
- Sí, yo también tengo un asuntillo pendiente en el Este.
- De acuerdo, pues.

Capítulo 3: Las dos amigas

De súbito, cuando Aka ya se relajaba y se preparaba para dormir, aparecieron dos chicas jóvenes, de menos de veinte años y de baja estatura, cogidas de la mano, que paseaban en silencio. Sus suaves vestidos blancos, iluminados por la luz de la luna y movidos por el viento que susurraba entre los árboles, no parecían otra cosa que fantasmas, y llevaban unas capas también blancas que les cubrían la cabeza y que contribuían a ese efecto, en el que Aka cayó completamente.
En un salto se había levantado y desenfundó el arma con celeridad. Arremetió con valentía contra lo que él suponía espectros, pero de pronto la voz de la joven más alta se escuchó en el bosque, apenas un suspiro que tomaba la forma de las palabras…
- ¿Por qué nos atacas? Tú no quieres hacernos daño... –
Aka se frenó en seco. ¿En qué había estado pensando? No podía ni pensar en lo horrible que hubiese sido poner un solo dedo encima de aquella muchacha. Retrocedió un par de pasos, balbuceando disculpas, mientras la muchacha sonreía.
- No te preocupes, no pasa nada. ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces en el bosque a estas horas?
La natural suspicacia de Aka le libró la mente de esa sensación turbia que le había invadido desde el momento en que la chica había hablado.
- Me llamo Aka y estoy aquí porque… me gusta pasear a la luz de la luna. La pregunta, en realidad, es ¿qué hacen dos chicas tan jóvenes paseando por el bosque a tan altas horas de la noche? Es peligroso.
Ambas chicas rieron con auténtica diversión.
- A nosotras nada puede hacernos daño. Tú mismo lo intentaste y fracasaste, ¿ya no lo recuerdas? Este bosque es un santuario para nosotras, y recorrerlo en una noche tan maravillosa como ésta es un placer que nos damos siempre que podemos.
Aka tuvo que estar de acuerdo con ellas, y una súbita sospecha se apoderó de él. Esa sensación en su cabeza… esas capuchas que cubrían su rostro de sombras…
- ¿Sois graceling, verdad? Mentalistas, probablemente, pero del tipo más peligroso. No sólo leéis la mente, también la controláis.
La sonrisa se esfumó del rostro de ambas muchachas. La más alta abrió la boca, pero Aka no la dejó ejercer su gracia.
- ¡Espera! No tengo intención de delataros, ni de haceros absolutamente nada. Yo también soy un graceling.
Aquello era evidente, ya que la luna brillaba intensa en su ojo plateado, mientras que el follaje del bosque se reflejaba en su ojo verde.
Tras unos momentos de duda, las muchachas se retiraron las capuchas, y Aka pudo ver el rostro de ambas. La más alta tenía unos ojos muy perturbadores, ya que mientras uno era de un color tan común como el marrón, el otro era de un violeta que parecía tener luz propia. Tenía el pelo castaño liso, largo hasta el cuello, y el flequillo tapaba en ocasiones el ojo violeta. Aka no dudó que, peinado de la manera correcta, podía ocultar su condición de graceling. La más baja tenía un ojo negro como la noche y en el otro brillaba un destello gris. Había pasado más desapercibida con la capucha puesta, ya que su compañera parecía llevar la voz cantante, pero sin ella llamaba poderosamente la atención, ya que su cabello era mucho más corto, puntiagudo en todas direcciones, y con mechas de color rubio sobre su castaño oscuro natural. También eso distraería la atención de cualquiera que fuera a mirarla a los ojos. Aka se maravilló de la astucia de ambas muchachas mientras la más baja tomaba la palabra.
- Puedes llamarme Fish, pero te diré desde ya que yo no soy de ese tipo de mentalista. No manipulo la mente. Soy telépata, puedo hablar a la mente de otra persona y escuchar lo que esa otra persona piense. Mi compañera se llama Neko y, como has adivinado, también es mentalista.
- Yo me llamo Aka. En estos momentos, mi gracia consiste en intercambiar de posición con el ser vivo de tamaño medio que quiera. Eso me permite también detectar todo ser vivo mayor que un pájaro en unos diez metros a la redonda, lo cual es muy útil en caso de emboscadas… y me sorprende mucho no haberos detectado antes.
- Somos capaces de esconder nuestra presencia de gracias ajenas. Neko se encarga de eso.
- Sí, – terció Neko con una sonrisa – mi gracia tiene un alcance más amplio que la tuya, y detecté tu mente, bloqueando tu percepción, antes de que tu nos vieras siquiera.
- ¿Cómo? – preguntó Aka sorprendido – creía que necesitabas hablar para influir en las mentes de tu alrededor. Todos los mentalistas de tu tipo tienen esa tara, ¿no es cierto?
Las muchachas se miraron, sonrientes.
- Hasta cierto punto, sí. Pero Fish y yo hemos descubierto que su capacidad de telepatía puede actuar como puente, de forma que yo empleo mi gracia y la lanzo, a través de su mente, y ella la dirige hacia el objetivo, de tal manera que no tengo que emplear palabra alguna si ella está cerca.
- Pero – intervino Fish – hay una cosa que me tiene intrigada. Dijiste, “en estos momentos mi gracia me permite intercambiar de posición”, ¿no? ¿Cómo que “en estos momentos”?
- Mi gracia – puntualizó Aka, que sentía una instintiva confianza hacia las jóvenes – es copiar la gracia de otros. Así, tengo una gracia copiada y, cuando veo una que me gusta más, simplemente… digamos que “desecho” la que ya poseía y “absorbo” la nueva. Si quisiera, en estos momentos ya tendría tu poder mental.
Neko alzó las manos en un gesto de defensa, sintiéndose francamente aterrada ante aquella perspectiva. Siempre había considerado el control mental como algo antinatural y muy desagradable, y no quería enfrentarse a su propia gracia. Fish estableció un rápido contacto mental con ella, mientras Aka contemplaba la escena, sorprendido.
- ¿Te encuentras bien?
- Sí, no te preocupes. Ya me encuentro mejor. Me asustó esa posibilidad, sin más.

Neko se dirigió a Aka en tono de confidencia.
- Mi padre también poseía mi poder mental. Antes de que yo lo desarrollara, lo vi a menudo emplearlo para obtener sus fines, acostarse con mujeres, conseguir dinero y todo tipo de asuntos turbios. A mí me pegaba a menudo, pero nunca intentó emplear el control mental conmigo. Era un mal hombre, y yo le odiaba. En cuanto tuve conciencia de mi gracia, controlé a un hombre más grande que mi padre y lo mandé hacia mi casa, con la misión de matarlo. Cuando mi padre lo vio tan decidido a acabar con su vida, cuchillo en mano, rió fuertemente y quiso controlarlo y hacer que se suicidara. Escuché sus órdenes claramente desde fuera de su casa.
Al llegar a este punto, Neko temblaba fuertemente y Fish le rodeaba los hombros en un gesto protector. Aka comenzó a sospechar que la relación de ambas jóvenes iba más allá del puro interés práctico por su combinación de poderes, más bien parecía una auténtica amistad, pero olvidó la idea tan pronto como Neko reanudó su relato.
- Mi padre le dio órdenes precisas para que se quitara la vida. Pero yo soy más fuerte de lo que era él. Mi control también era más fuerte que el suyo y mis órdenes prevalecieron. Cuando por fin comprendió que no podría controlar a aquel hombre, le entró terror e intentó huir, pero aquel tipo le lanzó el puñal a la espalda y lo tumbó en el suelo. Después recogió el cuchillo y le abrió la garganta. Desde entonces vago por estas tierras. Mi madre vive en una villa cercana, pero no es meridiana. Nació en Elestia, y no se quita aquel reino de la cabeza.
La historia de Neko fascinó a Aka, y los tres jóvenes estuvieron conversando hasta altas horas de la noche. Cuando ya empezaba a clarear y el alba punteaba, se tumbaron en la suave hierba del bosque y durmieron a pierna suelta hasta bien entrada la mañana.

Capítulo 2: La persecución

Los gritos de los perseguidores acompañaban a Aka, que alcanzó a internarse en el bosque al tiempo que una flecha se clavaba en un árbol, allí donde medio segundo antes estaba su cabeza. Quizás el arquero no fuese un graceling, pero no cabía duda de que era competente.
Los cuatro hombres le perseguían juntos, y no se separaron como Aka había confiado que harían. Estaban furiosos, pero eran prudentes, y él no conseguía abrir hueco, sino que cada vez le seguían de más cerca. Finalmente, aquél que corría con las manos desnudas, y por tanto podía hacerlo a mayor velocidad, se lanzó y le agarró de los tobillos, tumbándole en el suelo. En el acto, uno de los hombres armados con cuchillos le saltó encima, con el arma alzada sobre su cabeza y a punto de descargar un golpe letal contra su pecho.
Swap.
El cuchillo cayó sobre el arquero, que nunca se llegó a explicar que hacía tirado en el suelo cuando había estado en pie contemplando una justa venganza. Aka salió corriendo de nuevo, ahora con un adversario menos y con los tres restantes muy confundidos.
Sin embargo, el furor les curó la confusión mucho antes de lo que él hubiese querido. Pronto los tenía de nuevo encima. Cuando parecía que iban a darle alcance, de nuevo se escuchó en el bosque aquella palabra: “swap”. Aka, que había cambiado su posición con la del perseguidor más retrasado, desenfundó su propia daga y, antes de que nadie se diera cuenta de nada, abrió la garganta del hombre que tenía delante con un feroz salto. De nuevo cambió la dirección de la persecución, pero ahora, con solo dos rivales, Aka se sentía mucho más seguro, aunque ya muy cansado. Poco a poco los dos hombres, cuyos cuchillos relucían a la luz de la luna, le fueron acorralando, y de pronto se vio en una roca que acababa, cortada a pico, sobre un desfiladero de una altura suficiente para matarlo. Ambos sonrieron. Por fin tenían al maldito graceling acorralado, y ningún cambio de posición les despistaría.
Aka se aproximó paso a paso hacia el borde del precipicio, retrocediendo de espaldas y sin perder de vista a los dos hombres en cuyos ojos brillaba el ansia por matar. De improviso, dio media vuelta, corrió hacia el abismo, y saltó, ante la mirada atónita de ambos tipos. Cuando comprendieron lo que iba a ocurrir ya era demasiado tarde. La palabra que les había matado a todos resonó por última vez en la quietud del bosque.
Swap.
Aka contempló como el más bajo de los dos hombres iniciaba una caída libre hacia el vacío y, sin perder un instante, hundió su daga hasta la empuñadura en el corazón del último de los perseguidores. Los gritos de ambos al morir resonaron en lúgubre armonía sobre la calma del bosque.
Cuando finalmente reinó el silencio, Aka limpió en las hojas su daga y la enfundó de nuevo. Parecía que aquella noche dormiría al raso, y que el número de fantasmas que le visitaba cada noche había aumentado en cinco.

Capítulo 1: El Principio

A esas horas de la noche la posada estaba muy concurrida, y el comedor rebosaba de gente que comía y brindaba con buen humor. Aka, sentado en un rincón, solo en su mesa ante un vaso de sangría, contemplaba la escena con la expresión del que sabe que pronto va a tener problemas. En el reino de Meridia no era fácil ser un graceling, y los reflejos que su ojo plateado arrancaba a la luz de las lámparas contrastaban peligrosamente con la tranquilidad de su ojo verde esmeralda.

Su presentimiento no tardó en verse cumplido. Uno de los hombres más fornidos, envalentonado por el alcohol y el ambiente, se le encaró agresivo:

- Esa mesa es muy grande como para que la ocupes tú solo, ¿no crees? Me parece que mejor te vas a levantar y se la vas a dejar a mis amigos…


Aka echó un vistazo a la mesa de la que se había levantado el grandullón. Cuatro tipos se apretaban en torno a una de las mesas más pequeñas del local, mirándolo socarronamente. Estaban convencidos de que sus ganas de juerga no iban a verse defraudadas.

Finalmente Aka decidió que aquella noche no iba a darle el gusto al fanfarrón de turno. Se encaró al tipo y le espetó:

- Lo que me parece a mí es que me vas a dejar en paz… o vas a lamentar las consecuencias.

El tono sosegado de su voz no ocultaba un matiz de auténtica agresividad, que planeó en el ambiente, y en su mirada desafiante brillaba, peligrosa, la plata.

El matón, si bien se mostró sorprendido, pronto reemplazó el estupor por la furia. Temblando de cólera, desenfundó una afilada daga de una vaina que pendía de su cinto y se la mostró amenazante a Aka, que no se inmutó en absoluto por la visión del arma blanca. No era la primera vez que se enfrentaba a una, y no creía que fuese a tener ningún problema con el grandullón.

Las cosas fueron aún más fáciles de lo que él había pensado. Al no poder asustarle, la furia de aquel tipo se multiplicó y, embotado por el alcohol y cegado en su ansia por castigar al graceling que osaba plantarle cara delante de todo el comedor, le lanzó la daga directamente al cuerpo. Aka sonrió y dijo una sola palabra: “Swap”.

Sucedió en un suspiro, en el tiempo que permanecen cerrados los ojos en un parpadeo. Súbitamente, en la silla ya no estaba sentado Aka, sino el matón, que contempló asombrado cómo su propia daga se le hundía en el pecho y lo mataba. Aka lo observaba desde el sitio donde se encontraba el fanfarrón medio segundo antes, con el semblante dividido entre la alegría de haberse deshecho de aquel idiota, el placer que le producía usar su gracia y la lástima por haber matado a un hombre.

Se hizo el silencio en el comedor. Todas y cada una de las miradas en el comedor iban alternativamente del graceling que había usado su talento al hombre que se había matado a sí mismo. Aka, consciente de ser el centro de atención, se acercó a su mesa, apuró la sangría de un trago, dejó las monedas de cobre correspondientes sobre la madera de la barra y salió por la puerta.

- Empezamos bien… - suspiró, nada más contemplar el cielo cuajado de estrellas - No creo que los amigos del muerto se lo vayan a tomar demasiado bien.

Obviamente acertaba de pleno. Pocos segundos después los cuatro tipos que había visto sentados en la pequeña mesa salieron en su persecución. Dos habían desenfundado el cuchillo, otro había cogido del rincón su arco y su carcaj y el último corría sin armas. Aka salió espoleado hacia los primeros árboles del bosque que lindaba con el poblado de la posada, agradeciendo su cercanía y preguntándose si el bosque y la noche bastarían para evitar a los cuatro amigos del muerto.

La Familia

La Familia
Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.