26 noviembre 2009

Capítulo 21: La historia del guardián

"Mi historia comienza hace doscientos cincuenta años. En aquel entonces, los Cinco Reinos se encontraban al borde de la guerra. Los reyes se traicionaban unos a otros, pactaban alianzas y acuerdos que rompían según les convenía..."
- Como ahora... - rezongó Lía.
El viejo la miró con ojos como fuego y resopló:
- No os atreváis a volver a interrumpirme - amenazó -. ¿Alguno de vosotros ha oído hablar de Mikitia?
-Claro - respondió Charly -, el dios de la amistad. Es muy venerado en Meridia.
- Por una buena razón - contestó el viejo enarcando una ceja -. Mikitia era el rey de Meridia en aquella guerra. Y no sólo eso, era un graceling. Un graceling extremadamente poderoso, con la gracia de convertir a cualquier persona en un amigo íntimo. Así obtenía lo que quería, evitaba traiciones...
- Increíble - musitó Taku, sorpredido.
- No es lo más sorprendente - aseguró el anciano, con una mueca que podría pasar por sonrisa -. Seguro que también conocéis a Astaré, la por entonces reina regente de Oestia. Ahora es la diosa de la sabiduría. También graceling. Su don, por supuesto, era saberlo todo. Absolutamente todo.
- ¿Y los otros reyes? - indagó Aixa.
- Ëulekirie era el rey de Elestia. Ahora se le venera como el dios de la luz, y se le llama Kïl-en, que significa "aquél que espanta la noche". El don de Ëulekirie era aumentar o reducir la luz en un espacio. Era capaz de traer la noche a mediodía, y la luz del sol a medianoche. Eso le había servido en numerosas batallas para dar la ventaja estratégica definitiva a su ejército. Por cierto, la piedra Ëule recibe su nombre de este rey, en cuyo territorio se encontró por primera vez, en esta misma mina.
- Infinitas posibilidades tácticas... - murmuró Aka.
- Beleth era el monarca norgando. Actualmente su culto está prohibido y perseguido, ya que se le considera el dios de la destrucción. No es para menos, ya que ese era precisamente su don. Beleth podía destruir cualquier cosa no orgánica: catapultas, murallas, espadas, escudos...
- ¿Y Terramedia? - inquirió Fish.
- Ahí llegamos a la parte buena - sonrió el viejo -. Ulukaï, el rey de Terramedia, era, como los otros cuatro, un graceling. Es, quizás, el graceling más poderoso que haya existido nunca.
La tensión se podía cortar con un cuchillo en la caverna, mientras La Familia trataba de adivinar cuál sería el don del último rey. El anciano, disfrutando del ambiente que había creado su historia, recuperó su tono misterioso y prosiguió.
"Su poder era... adquirir cualquier poder que tuviera cerca. Era capaz de copiar las gracias de todos los graceling que estuvieran a su alrededor. A los veinte años tenía un repertorio superior a las cien gracias. Cuando ascendió al trono, a los veintisiete, había recorrido toda Terramedia y, además de haber adquirido los dones de todo el país, había visto de primera mano lo que puede sufrir un pueblo bajo el gobierno de un mal rey. Ulukaï fue un rey justo, que se mantuvo aparte de las intrigas de los otros reinos hasta que la Gran Guerra fue inevitable.
Cuando estalló, Meridia y Oestia habían firmado un acuerdo contra Elestia y Nordicia. La guerra los sangró, pero el don de Beleth dio la ventaja a la alianza elestino-norganda. Finalmente un contraataque arrasador de los oestenses devastó Nordicia. Gracias al don de Astaré, supieron el momento en el que Beleth había acudido a reforzar la defensa elestina y aprovecharon para arrasar su reino."
El viejo hizo una pausa y después habló sin aquel tono de narrar historias. Podríamos decir que rompió el hechizo.
- Lo que debéis entender es que aquellos reyes no eran gracelings cualquiera. Eran auténticas fuerzas de la naturaleza, capaces de cambiar por sí solos el curso de una inmensa batalla. Allí donde aparecía un monarca, la derrota que parecía segura se tornaba victoria, los débiles recuperaban las fuerzas, los temerosos se volvían valientes...
"Finalmente Nordicia quedó arrasada, como os decía, y Beleth perdió la vida en un combate frente a frente con el general de las fuerzas de Astaré, después de diezmar a toda su guardia de élite, en el intento de recuperar su territorio. Ëulekirie resistía en todos los frentes y aún obtenía victorias, pero parecía evidente que el final de la guerra se aproximaba, y que el poder de los dos reinos aplastaría a su rival. Y entonces...
Entonces los aliados se confiaron. Se creyeron invencibles. Pensaron que no había un motivo real para dar largos rodeos pudiendo penetrar y conquistar Terramedia. Así pues, Astaré y Mikitia reunieron sus fuerzas y trazaron un plan para avanzar imparables atravesando Terramedia y acabando con la resistencia elestina.
Bueno, os podéis imaginar que mordieron un hueso demasiado duro para sus dientes. De la columna de miles de hombres que penetró por el oeste de Terramedia, apenas un par de cientos llegaron a las puertas de Burgo de Ulukaï. Y ninguno sobrevivió a la batalla que hubo a la entrada de la ciudad, un intento suicida de culminar los planes de dos reyes que no creían en la derrota.
Cuando Astaré y Mikitia se enteraron de la noticia, su cólera fue terrible. Acudieron con todo el poder de su ejército y penetraron en Terramedia como una fuerza arrasadora. Sin embargo, cuando estaban a apenas un par de noches de Burgo de Ulukaï, una noche un asesino penetró en el campamento del ejército agresor, identificó las dos tiendas reales y asesinó a ambos reyes. Acto seguido, prendió fuego a ambas tiendas y ante la mirada atónita de los soldados que acudieron al resplandor de las llamas, sonrió y desapareció sin dejar rastro.
Al día siguiente el ejército de Terramedia salió al encuentro del descabezado cuerpo de invasión y lo destrozó. Los destacamentos de Terramedia llevaron mensaje a los Cinco Reinos de que el nuevo señor de todo el territorio era Ulukaï, el Rey de los Cinco Reinos. Ëulekirie capituló ante el despliegue de poder de Ulukaï y se convirtió en su mano derecha.
Muchos se preguntaron cómo fue posible que tal guerra se desatara. El motivo real fue la piedra Ëule, que Astaré descubrió gracias a su don y que movió a los reyes a obtenerla. También fue el motivo de la victoria de Ulukaï, que, enterado de la existencia de la piedra y aprovechando la confusión de la guerra, infiltró un grupo de expertos mineros en la mina y extrajo gran parte de las reservas de piedra Ëule para aumentar sus poderes.
La guerra devastó todo el territorio. No hubo rincón que no quedara desolado por el paso del conflicto. El hambre y la pobreza asolaban cada pueblo y cada ciudad. Sin embargo, bajo el mandato de Ulukaï las cosas se enderezaron, y tras cinco años de reconstrucción los Cinco Reinos volvieron a ser tan prósperos como antaño. Ulukaï extrajo prácticament toda la piedra Ëule de la mina elestina y la guardó. Muchos dicen que la destruyó para evitar una nueva guerra. Lo cierto es que el destino de la piedra se perdió en el tiempo, y en mucho tiempo nadie volvió a saber de ella.
Cuando Ulukaï se retiró de las tareas de gobierno, a muy avanzada edad, sus tres hijos y dos hijas se repartieron los Cinco Reinos. Los reyes de la actualidad son los lejanísimos y pobres descendientes de Ulukaï.
Sin embargo, Ulukaï no murió. Aún hoy día trabaja por la prosperidad de los Cinco Reinos... cuidando que nadie pueda acceder al motivo de la antigua guerra... y también al de ésta.
Encantado de conoceros. Mi nombre es Ulukaï."

16 noviembre 2009

Capítulo 20: El guardián

Los primeros días sirvieron para que La Familia descubriera que la mina era, en realidad, un amasijo de cavernas y túneles interconectados... un auténtico laberinto en el que el hierro brillaba en cada rincón ante las luces de los mineros, pero donde la piedra Ëule si brillaba era por su ausencia.
Llevaban dos semanas explorando las profundidades de la mina cuando llegó la noticia que más temían: el ejército emeridio finalmente había conseguido superar la muralla fronteriza y se había introducido en territorio elestino.
Lejos de desanimarse, La Familia se sintió espoleada. Destacaba la entrega de Fish, que parecía haberse tomado el hallazgo de la piedra como algo personal. No sorprendió a nadie, por tanto, que fuera ella quien alertó a los demás de que había encontrado algo inusual: una abertura que había quedado disimulada por un desprendimiento parcial, pero que, una vez limpiada, se revelaba como algo mucho más artificial que los túneles naturales que perforaban la montaña. Aquello era obra del hombre.
Cuando los jóvenes entraron en aquel agujero, tuvieron que recorrer unos cien metros hasta que notaron algo inesperado: una corriente de aire. En las profundidades del monte no debería haber aire, así que aquello se revelaba cada vez más como una obra de ingeniería antigua. Sin embargo, las sorpresas que aquel túnel les deparaba no habían hecho sino comenzar. Si su sorpresa había sido grande al percibir la suave corriente de aire, fue mucho mayor cuando, muy débil en la lejanía, vieron el titilar de una luz, como un fuego a punto de apagarse. Cuando se aproximaron, pegados los unos a los otros y temblando de emoción ante lo desconocido, descubrieron una antorcha encendida en un soporte de la pared. Era evidente que alguien la había alimentado hacía relativamente poco, así que los ocho aguzaron el oído y se pusieron en guardia. Apenas unos metros más allá, tras girar en un recodo, se toparon con una imagen aún más sorprendente.
Un hombre extraordinariamente viejo estaba tranquilamente sentado sobre el duro suelo de piedra, con las piernas cruzadas y en actitud meditativa. Sin embargo, cuando Aka hizo el gesto de adelantarse, el anciano abrió los ojos y los contempló, casi apreciativamente.
Cuando abrió la boca, su voz era al mismo tiempo el tronar de la montaña y el susurro de las rocas. Habló susurrando, pero su voz se escuchó con gran claridad en la acústica perfecta del túnel.
- No podéis pasar. Aquí está guardado un poder que no debe ser empleado de nuevo.
Aka venció el respeto que le inspiraba el anciano para responder:
- ¿Quién sois?
- Yo soy el que vive en la roca, el guardián de la piedra Ëule. Nadie puede coger la piedra.
-¿Por qué no? - interrogó Neko, impaciente.
El viejo la miró inquisitivamente y Neko retrocedió un paso, intimidada.
- La historia que os voy a contar se ha perdido en la memoria, porque así lo quiso el último poseedor de la piedra. Sus poderes eran legendarios, y fue el primer y último Rey de los Cinco Reinos. Abrid bien los oídos, y entenderéis porqué nadie, nunca, debe tener acceso a la terribe piedra Ëule. Mi historia comienza hace doscientos cincuenta años...

La Familia

La Familia
Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.