09 julio 2009

Capítulo 12: ¿Dos triunfos?

Neko y Charly salieron con una amplia sonrisa de una de las salas privadas del rey Drowden. Con la intercesión de Jarn, hablar con el rey había resultado muy sencillo, y su condición de monarca soberano no lo hacía, en absoluto, inmune a la gracia de la joven graceling. Por tanto, emprendieron viaje hacia el edificio de La Familia con los ánimos por todo lo alto y con un documento firmado por Drowden en el que se establecía una alianza formal entre Nordicia y Elestia en el caso de un conflicto armado entre reinos. La misión había sido todo un éxito.

Por su parte, J.R. y Fish no lo iban a tener tan fácil. Infiltrarse en el castillo de un rey que además les había expulsado de su presencia apenas un día antes y con el único amparo de la noche no iba a resultar sencillo. Sin embargo, compusieron un plan que calcularon serviría para aprovechar al máximo los veinte minutos que J.R. era capaz de mantener su invisibilidad, tras los cuales quedaría durante todo un minuto privado de su gracia.
Para ello, emplearon la mañana del día de la reunión en adquirir en el mercado una capa negra que serviría a J.R. para fundirse con las sombras sin emplear su gracia, y la tarde en volver a entrar en el castillo, con la excusa de solicitar el perdón real por su atrevimiento anterior, y visualizar posibles puntos donde J.R. pudiese abandonar su invisibilidad.
Finalmente, cada paso del proceso que llevaría al joven graceling hasta la habitación donde se llevaría a cabo la reunión, la sala de armas, quedó completamente decidido. J.R. aprovechó el momento en que Fish distraía al guardia con una ligera charla para colarse a su espalda, justo antes del atardecer, momento en el que se suspendían las recepciones y se cerraban las puertas del castillo hasta la mañana siguiente. Los puntos donde debía detenerse estaban claros y eran seguros, de modo que no se enfrentó a grandes problemas. De refugio a refugio J.R. alcanzó las zonas más profundas del castillo y finalmente penetró en la sala de armas cuando del campanario el repique le indicó que eran las once y media. Aguardó media hora siendo visible, esperando hasta el mismísimo momento en que se abriera la puerta para emplear su gracia.
Aprovechó el tiempo para encontrar en la habitación un lugar donde esconderse cuando acabara su período de invisibilidad, y su zozobra fue grande cuando comprobó que se trataba de una sala pequeña y sin mobiliario más allá de una mesa cuadrada de recia madera y dos sillas del mismo material, amén de las paredes recubiertas de todo tipo de armas: puñales, dagas, espadas, mazas y lanzas cubrían los cuatro costados del cuarto. Con esas condiciones, sólo le quedaba rezar para que la reunión durara menos de lo que su gracia le permitiría ser invisible, o que los reyes (o sus emisarios) se posicionaran dándole la espalda a algún rincón donde pudiera ejecutar el descanso sin ser descubierto.
No habían transcurrido aún más allá de veinte minutos cuando el pomo de la puerta giró y un hombre embozado entró en la habitación. J.R., oculto tras la puerta sin emplear aún su gracia, observó desde las sombras a aquel hombre, hasta que descubrió que se trataba del mismísimo rey Murgon. El graceling no empleó su gracia hasta que el monarca fue a cerrar la puerta. J.R. hubiese jurado que el rey había captado algo, pero tras mantener la vista unos segundos en el punto donde se encontraba el espía pareció creer que habían sido paranoias suyas y meneó la cabeza antes de dirigirse a la mesa y tomar asiento.
Ni Fish ni J.R. creían que Birn, el rey de Oestia, se desplazara a Burgo de Murgon para mantener una entrevista a tan altas horas de la noche, y su presentimiento fue acertado. Unos minutos después entraba en la estancia otro caballero que, tras presentarse como Harun, dijo acudir en representación de su rey Birn de Oestia. Murgon asintió con la cabeza y comenzó la discusión.
Los dos hombres hablaban en voz baja y en ningún momento encendieron ninguna luz, así que el resplandor de la luna que entraba por un pequeño ventanuco alumbró aquella reunión donde se forjó el destino de los cinco reinos.

Los minutos pasaban, los hombres no alcanzaban un acuerdo definitivo y J.R. se iba poniendo cada vez más nervioso. Si no conseguía descansar, todo se echaría a perder. Sería prendido y, probablemente, asesinado. Apenas restaban un par de minutos. Y aquellos dos que no se ponían de acuerdo. Unos segundos. Y la discusión no terminaba.
Finalmente no lo pudo soportar más. La incapacidad de mantener su poder se manifestaba como un auténtico dolor físico que le recorría todo el cuerpo, y tuvo que elegir entre arriesgarse a ser descubierto descansando o ser, con toda seguridad, descubierto cuando su garganta emitiera un ahogado grito de dolor. Se desplazó a una esquina, pero los dos hombres se habían puesto frente a frente, y la luna lo iluminaba todo lo suficiente como para que no pasara desapercibido. Su situación era desesperada. Y, de pronto...
Una idea cruzó su mente. Obedeciendo una orden imperativa de su mente, sus dedos temblorosos se acercaron a la puerta, giraron el pomo y la abrieron poco a poco hasta que la puerta tapó una de las esquinas de la habitación. Los conferenciantes miraron, atónitos, como su reunión era descubierta. ¿O quizás no? Se asomaron y salieron al corredor a inspeccionar. Observaron las puertas cerradas a izquierda y derecha, y escucharon atentamente para apreciar un posible sonido de pisadas apresuradas alejándose. Sólo encontraron el silencio de la noche, y el grito lejano del cambio de guardia.
Volvieron a la habitación, donde J.R. hubo de reducir el tiempo de descanso a unos cincuenta segundos, pero era suficiente. Podría resistir más de diez minutos, y aquella interrupción convenció a los conspiradores de la necesidad de atajar aquella discusión.
- Entonces - decía el rey -, ¿estamos de acuerdo?
- De acuerdo - corroboró el otro hombre -. Oestia apoyará a Meridia en su campaña hacia el este a cambio del 60% de los prisioneros y el 40% de los beneficios que se extraigan de la mina en los próximos quince años.
-Perfecto entonces.
-Señor, ¿no sentís temor de los posibles movimientos de Thigpen?
-Para nada. Ha intentado amedrentarme acudiendo a un grupo de gracelings conocido como La Familia que cuenta con un cierto renombre en Elestia para que se movilicen y le obtengan aliados. Dos de ellos intentaron, incluso, sonsacarme la hora y el lugar de esta reunión, pero no les di tiempo a emplear sus gracias. Además, nada temo de ellos, ya que he infiltrado un espía en sus filas, y todo lo que averigüen llegará a mis oídos y podré tomar medidas al respecto.
En su rincón, J.R. palideció.
-Vuestra sabiduría es extrema, Alteza.
-Lo sé. Y ahora, retirémonos.

Una media hora después, cuando se reunió con Fish para comunicarle que había tenido éxito, J.R. fue incapaz de pensar en la posibilidad de un espía en sus filas. No era posible.

¿O sí?

1 comentario:

  1. ó.Ò

    Qué fuerte lo del espía infiltrado.

    Una pista... es un miembro de la Familia o un allegado??

    Juer, me está encantando el libro que me dejaste, muchacho, es genial.

    Mañana nos vemos ;)

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La Familia

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Por este orden, J.R., Aka, Taku, Neko, Charly, Lía, Fish y Aixa.